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¿Puede ser santo un vampiro?

Actualizado: 20 mar 2020


El padre Calmet en su "Tratado sobre vampiros" relata curiosos detalles que pueden llevar a la confusión de perfiles tan opuestos.

Las observaciones y el rigor científico eran, para el padre Calmet, la mejor medicina contra la superstición. Dedica una buena parte de su Tratado sobre los vampiros a explicar el aspecto y las características de un cadáver en diferentes estados de descomposición para demostrar que lo que las gentes de pueblo de exaltada imaginación llaman vampiro no es más que el proceso natural hacia la desintegración de la materia orgánica. Sin embargo, no puede escapar a sus creencias ni eludir su formación: es un religioso dentro del ámbito de la Iglesia católica, y tal como su formación le es superior, sus argumentos están estrechamente ligados a la idiosincrasia del cuerpo al que pertenece.


Analogias

Para los católicos una persona puede ser declarada santa después de la muerte por lo intacto de su aspecto y la conservación óptima de cuerpo luego de haber pasado un tiempo considerable enterrado. Que el folklore popular defina las mismas características de los supuestos vampiros hace que el autor establezca importantes analogías entre ambos.


La naturaleza de la santidad

Todas las vidas de santos están llenas de resurrecciones de muertos con las que se podría componer grandes volúmenes” establece en el capítulo tres. Calmet demuestra en su tratado que es un experto hagiógrafo. Muchos de los casos de revinientes los justifica de un modo u otro estableciendo paralelos razonables con las vidas y milagros de los santos, siendo el caso de San Estanislao y el hombre resucitado luego de tres años uno de los muchos que menciona. Aclara que la resurrección en la santidad es solo momentánea y solo para “manifestar el poder de Dios” (capítulo cuatro).

Sobre las formas de identificar un santo añade en su Prefacio que “La antigüedad cristiana creía, […] que la incorruptibilidad de un cuerpo, era más bien una marca probable de santidad de la persona”. Es aquí donde la idea de una posible confusión de fenómenos empieza a rondar las disertaciones del autor.


La condición vampírica

Las descripciones de la plebe eran concisas y en general, las mismas. Calmet acopia estas propiedades y apunta sobre los casos encontrados: “…en los que se encuentran todavía signos de vida, la sangre líquida, las carnes enteras, bermejas y de buen color, los miembros flexibles y manejables” (capítulo dos); lo que es un signo claro de conservación como en el caso anterior, salvo que los vampiros son seres atormentados que por lo general regresan de manera reiterativa para ensañarse con los más cercanos en vida y con sus propiedades.


El caso de los excomulgados

A esto se le añade las apariciones de excomulgados, individuos que, viviendo en cristiandad son expulsados del seno de la Iglesia por cometer un pecado mortal. Algunas de estas excomuniones se hacían una vez muerta la persona y estando enterradas en una iglesia, por lo que muchos sacerdotes antes de oficiar misa pedían en voz alta que los excomulgados saliesen del recinto y dicen, se veían personas que salían de sus tumbas.

Para identificar un excomulgado el individuo debe presentar aspecto abombado, olor fétido y color negruzco, a diferencia de los santos que son blancos, de buen aspecto y de olor agradable.


Un monje preocupado por lo sobrenatural

Agustín Calmet era un monje benedictino francés que en 1749 se propuso terminar con una oscura controversia que llevaba muchos siglos aquejando a diferentes pueblos europeos: los vampiros. Escribió un tratado, detallando sus investigaciones y conclusiones, pensando que de esta forma cerraría un temido capítulo de la historia reciente, sin saber que había construido los cimientos de toda una tradición literaria y artística que se prolongaría los próximos siglos y que aún hoy día goza de una salud inmejorable

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